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Cueva La Puente, San Nicolás Tolentino, S.L.P. (Actividad Técnica)

Noche del 12 al 13 de abril de 2025

Espeleología


Guía: Homero Reséndiz Rivas

Retaguardia: Jannú Casanova

 

 

Asistentes:

Luis (CAVE)

Andrea Rodríguez (CEMAC Querétaro)

Marco Olvera (Polen - CEMAC Querétaro)

Emmanuel Cano (Manolo - CEMAC Querétaro)

Oscar Cruz (CEMAC San Juan del Río)

Belem Cruz (CEMAC San Juan del Río)

Berenice Bernal (CEMAC Querétaro)

Pato (CAVE)

 

La expedición comenzó con la entrada histórica al río subterráneo en La Puente, San Nicolás Tolentino, San Luis Potosí, aproximadamente a las 6:45 PM. Con un equipo completo de espeleología, nos adentramos lentamente en la cueva, escuchando atentamente las explicaciones geológicas y anécdotas de nuestro guía, Homero.

 

El primer reto fue desplazarnos a través de una cámara de la cueva con baja altura, lo que nos obligó a avanzar de rodillas. A las 7:00 PM, ya nos encontrábamos en la primera referencia, los gours, formados a lo largo de miles de años gracias al depósito de minerales. Estos gours actuaban como recipientes naturales, y su agua tan cristalina hacía que, sin el reflejo de nuestras lámparas, no hubiéramos percibido que existían. Continuamos caminando por galerías y salones espectaculares hasta llegar al gran salón llamado “El Comedor”, donde encontramos piscinas de agua, más grandes y de un azul turquesa profundo. Este lugar representó el final de la parte seca del recorrido, ya que de aquí en adelante tendríamos que utilizar neoprenos para avanzar por zonas inundadas y sifones.

 

La cueva se mantenía a una temperatura constante de alrededor de 15°C, pero no la sentimos debido al constante movimiento. A las 8:00 PM, comenzamos a continuar nuestra marcha, dejando parte del equipo (ropa seca y rodilleras) antes de pasar por el primer sifón, donde solo había un espacio de alrededor de 30 cm entre el nivel del agua y la parte superior de la cueva. A medida que avanzábamos, la cueva se volvía cada vez más impresionante, con formaciones caprichosas y detalles sorprendentes. Encontramos una roca translúcida, de aproximadamente 20 cm de diámetro, iluminada con una lámpara pegada a su superficie, la cual resultó ser una formación de cristales de dióxido de silicio (cuarzo). También observamos paredes cubiertas por miles de turrielas, depósitos fósiles de moluscos parecidos a los caracoles cónicos, evidencia de un evento cataclísmico que los sepultó rápidamente.

 

A las 9:00 PM, pasamos por otro sifón y comenzamos a encontrar más estalactitas, estalagmitas y formaciones de columnas, formadas por los depósitos de sedimentos aportados por los escurrimientos. También descubrimos finos hilos de una especie de seda, probablemente fabricada por un organismo para capturar alimento. Además, hallamos una formación parecida a un alga blanca en la superficie del agua, cuya identidad aún no hemos logrado determinar.

 

A las 10:00 PM llegamos al final del recorrido accesible de pie, donde nos preparamos para el descenso. Todos nos pusimos los arneses y el equipo necesario para bajar hacia la zona donde el río se pierde entre las rocas, haciendo imposible su continuación. Homero preguntó por voluntarios para montar las reuniones, lo que me llenó de alegría y respeto, ya que el permitirnos participar en estas tareas, guiarnos y supervisarnos refleja la calidad humana de Homero.

 

De las 10 personas que íbamos en esta expedición, solo 7 decidieron bajar, mientras que los otros 3 se quedaron en la parte superior debido al frío y cansancio. El descenso fue una experiencia increíble, el primer tiro de 20 metros permitía apoyar los pies en la pared, y el segundo tiro, de 30 metros, nos llevó hasta una plataforma que se parecía a una piscina natural. Desde ahí, descendimos otros 4 metros hasta llegar a la base de la cascada subterránea, con un flujo impresionante de agua.

 

A nivel personal, fue en este momento que viví una experiencia inolvidable al ver a mi hermana, que también estaba participando, comenzar su descenso. Yo había estado con ella en todas las actividades previas, orientándola y dándole seguridad, pero ahora ella estaba descendiendo sola, guiándose únicamente por su experiencia. Fue un momento lleno de emoción: orgullo, nerviosismo y una mezcla de sentimientos que nunca había experimentado en ninguna otra actividad. Al principio, sentí miedo por ella, como es natural en quien tiene la responsabilidad de cuidar a sus seres queridos. Pero al verla bajar con confianza, sin dudar, pude ver cuán capaz es, y cómo, a pesar de cualquier temor, siempre lo supera. Ese momento se convirtió en una enseñanza profunda, y cuando la vi llegar al fraccionamiento, me sentí increíblemente tranquilo y orgulloso.

 

Alrededor de la 1:00 AM, los 7 que descendimos llegamos a una pequeña laguna de agua azul turquesa. Homero, emocionado, encontró vida en el agua, como arañas, escarabajos y pequeños moluscos o insectos, que sobrevivían en un entorno sin luz solar. Después de tomar muestras, comenzamos el regreso a las 3:00 AM. El cansancio hizo que este regreso fuera mucho más difícil que el descenso, pero el espíritu de compañerismo y el apoyo entre todos fue lo que nos permitió salir de la cueva de forma segura.

 

Durante el regreso, el grupo se fragmentó en dos: aquellos que estaban más cansados y fríos comenzaron a ascender hacia la salida para evitar un agotamiento mayor, mientras que el resto, compuesto por Jannú, Homero, Pato y yo, nos quedamos atrás para desmontar las reuniones y recoger el equipo. Alrededor de las 4:30 AM, el primer grupo llegó al campamento, mientras que el grupo restante, agotado pero satisfecho con la experiencia, salió de la cueva alrededor de las 6:00 AM, cuando el sol comenzaba a asomar. El regreso no fue fácil, pero al final, el trabajo conjunto y la disposición de cada miembro del equipo nos permitió llegar sanos y salvos al campamento.

 

Agradezco profundamente a todos los compañeros de esta actividad, especialmente a Jannú y Homero, por compartir su sabiduría, por su paciencia y por todo el apoyo moral que nos brindaron durante el recorrido. Gracias también a los clubes CEMAC y CAVE, por infundir en todos nosotros el amor por la exploración, por enseñarnos a conectar con la naturaleza de una forma tan profunda y por guiarnos hacia experiencias que, de otro modo, no habríamos vivido. Gracias al universo por permitirnos ser testigos de estos lugares mágicos y por salir con vida para contar estas historias que, seguramente, pocos entienden.

 

Elaboro reseña:  Oscar Cruz, Cemac San Juan del Río






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